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das Mystische 2.1

La joven de la perla

La joven de la perla Si la historia que cuentan es cierta (la historia que me cuentan ahora en su versión cinematográfica) la intuición con la luz y el color bien podría ser, en algunos casos, sencillamente espontánea, alejada de experimentos tortuosos y de soportes técnicos o teóricos. El dueño de dicho don estaría entonces en posesión de una habilidad prodigiosa; el artista, en cambio, obsesionado en su juego de reposado perfeccionismo, no vería aquello que está a la vista de todos los mortales, pero que sólo unos pocos sabrían valorar en su justa medida. El color, incluso en su pigmentación más electrónica, es nuestra propia obra de arte, puesto que nada en la naturaleza goza de tal cualidad por si mismo, sin la sensación o impresión producida por nuestro propio sistema sensorial, sin la ayuda mágica de nuestra presencia. El color, ante nosotros, sólo espera detenidamente una primera llamada de atención o el instante maduro para un reflejo. Una gama de tonalidades fantásticas trabaja ya para la nueva generación de los tintes electrónicos. 14.000 tonalidades aguardan en el viejo catálogo de Chevreuil o un único color en un lienzo de Malevich, en Ryman o en Reinhardt. La luz sería el complemento perfecto para el milagro completo, acelerando en las células que trabajan en nuestras retinas el espectáculo final de este proceso. Buscar la luz puede ser la historia de un artesano buscador de perlas, o de un ilusionista aventajado que es ya dueño de una perla y que sabe el momento exacto y en qué lugar preciso; el cómo, el dónde y el cuándo. Scarlett Johansson mira pudorosamente a Vermeer mientras humedece, inocente, sus labios; pero Vermeer hace ya mucho tiempo que supo encontrar su perla y elegir para ella su momento de gloria. Esa mezcla de luz y de color puede presentarse también ante nosotros en cualquier momento y será el fruto de la intuición pero también puede ser el producto de un duro trabajo. Es la obra de todos los días y, sin embargo, para capturarla, dudo mucho que baste con mantener los ojos bien abiertos. Si la historia que cuentan es cierta, algunos lo tienen muy fácil; otros, sin embargo, debemos seguir buscando.

6 comentarios

Lau -

De nada, si es que es un gusto esta bitácora, eh (ya hasta me la he leído hacia atrás, mire).
Y la culpa es de Otis, pero guárdeme el secreto, eh... :P

Enrique -

Sr. Driftwood, le tengo presente en mis pensamientos; soy consciente de que anda usted por aquí. ¿Exceso de trabajo, me dice? ¡Cómo le envidio! Yo, en cambio, continúo de vacaciones y se ha instalado en mí un cansancio biológico que me asemeja, en actitud y parecido, a la perezosa de mi gata persa. Hasta el día 16 no comienzo de nuevo la tortura. Eso quiere decir que me conecto apenas unos minutos a la Red, en lugar de las 10 horas diarias que suelen ser lo habitual en mi jornada laboral. Eso sí, intento seguir escribiendo; cuando me dejan las fieras y los cachorros. Ya me dirá usted algo más referente a collejas y proyectos. Suyo, afectísimo.

Otis B. Driftwood -

Oye, que yo sigo por aquí aunque no lo parezca... es que llevo unos días hasta los topes de trabajo.

Intentaré dar una colleja virtual este fin de semana, ¿hace?

Un abrazo, amigo.

Enrique -

Pini: ¿cómo va la perla del futuro?

Lau: ¡Claro que sí! Seguiremos en busca de luces. Gracias por tu visita. ¡Bienvenida al Club de los Cazadores de Perlas!

Lau -

Pero nos queda el consuelo de saber que, así el tiempo nos recorra o nos diluya, siempre habrá luces dispuestas a dejarse capturar por los cazadores de perlas. Aquí o allá. ¿Verdad que sí?

pini -

¡qué lindo!